Inca Garcilazo de la Vega: Parte Primera
Inca Garcilazo de la Vega: Parte Segunda
Conersatorio Alberto Flores Galindo
CONVERSATORIO SOBRE ALBERTO FLORES GALINDO SEGURA “BUSCANDO UN INCA”
Invita cordialmente a participar en el conservatorio Alberto Flores Galindo análisis critico de su obra "Buscando un inca" a cargo de
Imaginarán lo costoso que fue todo esto. A pesar de la buena voluntad de algunos funcionarios públicos, del Seguro Social peruano sólo recibimos promesas, que condujeron a dilatadas reuniones, trámites y pérdida de tiempo. El Seguro Social, además, apenas reembolsaría parte de los gastos. Durante varios meses, casi todos los días, debimos ir a una y otra dependencia, buscar los papeles. Parte de nuestra documentación se perdió, el resto daba vueltas por las oficinas y tontamente nosotros también. Este engañó lleva ya 10 meses. Estuvieron a pesar de todo, amigos y excepcionalmente algunos dirigentes nacionales que efectivamente quisieron ayudar, pero después de casi un año no pudieron pasar de la intención. Esto, sin embargo, es lo que más vale. El mío no es un caso excepcional. Al Seguro Social no le interesa ayudar a nadie, dificulta intencionalmente los trámites y la atención. El Estado y su burocracia no sirvieron, hasta ahora.
En cambio los amigos sí. Por ellos pude viajar, hacer que me atiendan y enfrentar los males. La amistad aquí no es sólo una abstracción. Es un sentimiento cotidiano y efectivo. Sin la intervención espontánea de mis amigos no podría estar refiriendo esta historia, que me mostró la riqueza de la amistad. Experimentar eso que llaman ser solidarios. Muchos intervinieron e inmediatamente armaron un gran movimiento de solidaridad. Hubo desde quienes aportaron muy elevadas cantidades, hasta quienes las monedas que tenían en el bolsillo. Otros, sus visitas. Algunos sus palabras. Estuvieron también esos niños a quienes a se les ocurrió llegar con sus propinas. Más importante fue verles y compartir su afecto. Lo más movilizador fue la amistad. Conocidos y desconocidos de fuera y dentro del país han intervenido. De España, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos llegaron colaboraciones. Con ellos me he sentido no sólo peruano, sino parte de todos los sitios. En estos momentos en el Perú cuando todo parece derrumbarse, cariño y solidaridad me mostraron otros rostros del país. Hubiera querido agradecer personalmente a cada uno.
No importa que no se haya podido derrotar al cáncer. Perdí. Perdimos. El final es ineludible. Me aguarda –tarde o temprano, en semanas más o menos– la muerte. Pero lo trascendente es el despliegue de apoyo que aún sostiene mi tratamiento y mi familia, que acompaña a Cecilia, Carlos y Miguel en los momentos más difíciles. La solidaridad fue moral y económica. Los amigos llegaron incluso a vigilar mi recuperación en el hospital, apoyaron a mi esposa, atendieron y cuidaron a mis hijos. Mi familia es pequeña, los amigos son muchos. He debido rectificarme, dejar a un lado mi habitual pesimismo. Descubrir la fuerza de la solidaridad.
Aunque muchos de mis amigos ya no piensen como antes, yo por el contrario, pienso que todavía siguen vigentes los ideales que originaron al socialismo: la justicia, la libertad, los hombres. Sigue vigente la degradación y destrucción a que nos condena el capitalismo, pero también el rechazo a convertirnos en la réplica de un suburbio norteamericano. En otros países el socialismo ha sido debilitado; aquí, como proyecto y realización, podría seguir teniendo futuro, si somos capaces de volverlo a pensar, de imaginar otros contenidos. Esto no es la moda. Es ir contra la corriente. También debemos enfrentarnos a los cultores de la muerte o a aquellos que sólo piensan en repetir las recetas de otros países. El desafío creativo es enorme. ¿Podremos?
Es un desafío, además, donde están en juego nuestras vidas y la edificación del país. ¿Una sucursal norteamericana? ¿Un país andino? ¿Qué hacer con el Perú? ¿Será posible el socialismo?
Hasta ahora, entre 1980 y agosto de 1989, se han producido 17,000 muertes. Asesinatos de propietarios, obreros, desempleados, campesinos. Todos tienen rostros y nombres aunque los ignoremos. Esto ha ocurrido en un país “democrático”, con el silencio de la derecha pero también la inacción de la izquierda. Muchos convertidos en espectadores. No sólo estamos frente a desafíos económicos, sino también frente a requerimientos éticos.
Ahora muchos han separado política de ética. La eficacia ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo, ha postergado el combate a la clase dominante. No sólo estamos ante un problema ideológico. Está de por medio también la incorporación de todos nosotros al orden establecido. Mientras el país se empobrecía de manera dramática, en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida. Durante los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los centros y las fundaciones, nos fue muy bien y terminamos absorbidos por el más vulgar determinismo económico. Pero en el otro extremo quedaron los intelectuales empobrecidos, muchos de ellos provincianos, a veces cargados de resentimientos y odios.
En definitiva lo que nos resultará más costoso es haber separado moral de cultura. Socialismo es crear otra moral. Otros valores.
A pesar de algunos intentos y ciertos personajes minoritarios, hemos convivido con el despliegue del autoritarismo y la muerte. La mayoría de los intelectuales y demasiados dirigentes políticos de izquierda, hemos perdido la capacidad de vivir y sentir la indignación. Supimos de tantos enfrentamientos como el de Molinos en el que entre los subversivos no hubo presos, ni heridos, sólo 62 muertos de los que el MRTA sólo reconoce 42. Estas son ejecuciones. Nadie protestó, reclamó, denunció, se indignó. Esta es una pérdida de moral en la izquierda. Como este hay muchos otros casos. Nos hemos acostumbrado a vivir así. Nadie se atreve a decir que hay gran cantidad de muertos, ejecutados inocentes por las fuerzas represivas. No se lo puede decir en público, sin romper y colocarse fuera del “orden democrático”. Pero si no lo dicen todo empeora. Puedo decir todo esto con tranquilidad y sin miedo. No temo lo que me puedan hacer. No deberíamos aceptar el armamentismo que nos quieren imponer. También nos hemos acostumbrado a los crímenes del otro lado. En este clima no nos asombra que se quiera hacer proyectos de paz y desarrollo imponiendo el orden de las fuerzas armadas. Imposición de los dominadores.
No creo que haya que entusiasmar a los jóvenes con lo que ha sido nuestra generación. Todo lo contrario. Tal vez exagero. Pero el pensamiento crítico debe ejercerse sobre nosotros. Creo que algunos jóvenes, de cierta clase media, tienen un excesivo respeto por nosotros. No me excluyo de estas críticas, todo lo contrario. Ha ocurrido sin discutirse, pensarse y menos, interrogarse. Espero que los jóvenes recuperen la capacidad de indignación.
Estos problemas ya han sido planteados, aunque sin éxito, en otros sitios y tiempos. Fue el caso de los populistas. Nombre para diversas corrientes que aparecieron en Rusia y otros países de Europa Oriental desde mediados del siglo pasado. Al principio enfrentados con Marx, quien luego admitió la posibilidad de otra vía al socialismo que no implicara la destrucción del mundo campesino. Hasta allí llegó. Los populistas a su vez, se diversificaron y enfrentaron entre sí. Desde los legalistas hasta los que perfeccionaron la práctica del terror. No tuvieron una sola línea y son vigentes por los problemas que percibieron y las respuestas y polémicas que desarrollaron. Planteados los problemas siguieron presentes hasta cuando, tiempo después, se eliminaron todas estas discusiones con los muchos desaparecidos o muertos por el estalinismo.
En el Perú sólo hemos pensado en una tradición comunista, olvidando a quienes fueron derrotados pero que quizá planteaban caminos que pueden ser útiles para discutir. No buscar otra receta: hacernos una. En todos los campos. Insistir con toda nuestra imaginación. Hay que volver a lo esencial del pensamiento crítico, lo que no siempre coincide con mostrarse digerible o hacer proyectos rentables. Es diferente pensar para las instituciones que hacerlo para los sujetos.
El socialismo no debería ser confundido con una sola vía. Tampoco es un camino trazado. Después de los fracasos del estalinismo es un desafío para la creatividad. Estábamos demasiado acostumbrados a leer y repetir. Saber citar. Pero si se quiere tener futuro, ahora más que antes, es necesario desprenderse del temor a la creatividad. Reencontremos la dimensión utópica.
El socialismo en el Perú es un difícil encuentro entre el pasado y el futuro. Este es un país antiguo. Redescubrir las tradiciones más lejanas, pero para encontrarlas hay que pensar desde el futuro. No repetirlas. Al contrario. Encontrar nuevos caminos. Perder el temor al futuro. Renovar el estilo de pensar y actuar. Lo que resulta quizás imposible sin una ruptura con esos izquierdistas excesivamente ansiosos de poder, apenas interesados en lo que realmente sucede.
Sospecho que no hay tiempo indefinido. Desde el siglo xvi, las culturas andinas excluidas y combatidas, han podido resistir, cambiar y continuar. Fueron derrotadas al terminar el siglo xviiii. Desaparece entonces la aristocracia andina, se combate a la sociedad rural, se deporta y extermina a sus miembros. Sin embargo subsistirá el mundo campesino. En el siglo xx nuevos enfrentamientos. Primero a principios de la década de 1920, después alrededor de 1960 y ahora. El capitalismo no necesita de ese mundo andino, lo ignora. Se propone desaparecerlo. Sobre todo ahora que tenemos nuevamente un discurso liberal, repetitivo y dirigido contra las formas de organización tradicionales. Dispone de instrumentos y posibilidades que antes no tenía.
Esto ha sucedido en otros lugares, pero aquí no es inevitable destruirlo.
Hay que proponer otro camino. Fue advertido por José María Arguedas, pero desde su muerte han transcurrido veinte años y nuestro desafío es cómo y de qué manera evitarlo. La respuesta no sólo está en un escritorio. Exigir un cambio de vida. Lo que se proponía Arguedas en El zorro de arriba y el zorro de abajo no era el regreso al pasado sino la construcción de una nueva sociedad, donde:
“Todo eso es para ganar plata. ¿Y cuando ya no haya la imprescindible urgencia de ganar plata? Se desmariconizará lo mariconizado por el comercio, también en la literatura, en la medicina, en la música, hasta en el modo como la mujer se acerca al macho. Pruebas de eso, de lo renovado, de lo desenvilecido encontré en Cuba. Pero lo intocado por la vanidad y el lucro está, como el sol, en algunas fiestas de los pueblos andinos del Perú”.(J.M.Arguedas, El Zorro de Arriba el Zorro de Abajo, Lima, Editorial Horizonte, 1983, p. 22.).
Esto fue un proyecto formulado hace veinte años y que ahora requiere que quienes se dedican al marxismo y las ciencias sociales continúen con ese proyecto pensando en el futuro. Los científicos sociales no lo piensan hasta ahora suficientemente. No hay que limitar el horizonte del pensamiento a cosas locales. Ese libro de El zorro de arriba y el zorro de abajo, en contra de lo que podía suponerse, no se refiere a problemas locales, sino que aborda el conjunto de la sociedad para incluir propuestas alternativas.
Fue hecho hace veinte años, repito. Sin embargo la izquierda no ha podido todavía responder a este desafío. Tiene miedo ahora de enfrentar el futuro. En un país como este la revolución no sólo reclama reformas sino la formación de un nuevo tipo de sociedad. En el país se ha comenzado a discutir el lugar de los campesinos, colocándolos no sólo como anécdotas, sino pensados como protagonistas. Hay que discutir el poder, entonces no hay que discutir la producción y los mercados, sino también dónde está el poder, quiénes lo tienen y cómo llegar a él. Cuestionar el discurso liberal. Los jóvenes lo pueden hacer. Muchos somos viejos prematuros.
* * *
La derecha avanza en todos los terrenos. Quisieran estar listos militarmente. También dan la ilusión de un nuevo discurso. Un discurso en realidad cínico, que tiene tras suyo muchos muertos. Pero esa derecha sigue siendo una suma heterogénea de individuos con intereses particulares, muchas veces demasiado vinculados al exterior. Tampoco tienen sólo un proyecto. Por el contrario. Aparte de las discrepancias hasta ahora no asumen la construcción de una sola alternativa. Mientras tanto, para ser admitidos, esos izquierdistas que frecuentan más las recepciones que las polémicas y cultivan los buenos modales, se visten a la medida. En otro lado de la ciudad, las marchas, los enfrentamientos callejeros, largos, agresivos se han vuelto frecuentes. Reclaman respuestas urgentes. ¿Las buscamos?
La cuestión se plantea sólo como el dilema entre quienes admiten la violencia y quienes optan por la vía legal. Así como hace falta una nueva alternativa, es necesario pensar el camino. Algunos creen que hay recetas ya establecidas y que apenas tienen que aplicarlas. Cuando las revoluciones han tenido éxito no ha sido así. Todo lo contrario siempre han sido y serán excepcionales.
El socialismo en el poder comenzó sorpresivamente en 1917, hace sólo setenta años. Apareció apenas terminada la primera guerra mundial en un país y en un lugar que se suponía uno de los espacios más atrasados, donde no se produciría uno de estos cambios sustanciales. Sin embargo, allí surgió el socialismo que, años más tarde, después de la segunda guerra mundial se expandiría a otros territorios, al Asia, al África. La empresa capitalista en cambio lleva ya algunos siglos de expansión. Las puertas al socialismo no están cerradas, pero requiere de pensar otras vías. Una tercera, cuarta, quinta forma. Un socialismo construido sobre otras bases, que recojan también los sueños, la esperanza, los deseos de la gente. Uno en el que se de cabida también a estas necesidades.
Se requiere de los intelectuales. Pero insisto, lo lamentable que es el desencuentro entre ellos y la militancia política. Aquí también hay una responsabilidad de quienes han estado demasiado preocupados por la lucha inmediata, la imposición de una secta, la disputa del poder minúsculo. Así se envejece. Será muy difícil que estemos a la altura de las circunstancias. Pero no todo está perdido. Pueden aparecer otros personajes. Además ya tenemos hijos. Ojalá pierdan admiración y respeto esos jóvenes, y asuman lo que no ha podido ser hecho. Pasar cuarenta años en este país es haber hecho demasiadas transacciones, consentimientos, silencios, retrocesos. Domesticados.
Algunos imaginaron que los votos de izquierda les pertenecían. Pero las clases populares piensan, aunque no lo crean ellos. No dan cheques en blanco. Recordemos como fluctúan las votaciones. Los pobres no les pertenecen.
Pero el socialismo –insisto– exigirá para su futuro un cambio radical en el discurso. Revolución no es sinónimo sólo de violencia. Hace falta proponer una nueva sociedad alternativa. Ahora es un poco tarde. En toda revolución hay siempre un sector demasiado radical que aparece al final. Aquí el desarrollo de los acontecimientos ha sido diferente. Ha surgido primero y, no obstante empezar desde un sector reducido, ha conseguido seguir existiendo y hasta incrementar el número de sus seguidores. Ha aparecido un sector demasiado radical, que ha derivado en el fanatismo, el sectarismo y el crimen. Ha conseguido funcionar y a lo menos tener un relativo éxito en ciertas regiones. Con el tiempo se ha ido tornando más sectario y su acción política ha derivado en una práctica contaminada con lo criminal. Son capaces de eliminar a dirigentes populares, como hace la derecha. ¡Qué horrible! ¡Esta gente que era de izquierda! Y los demás no se lo recriminan. Guardan también silencio.
Aquí –como más o menos en otros espacios– no se puede predecir y anunciar el futuro. El futuro no está cerrado. Si doy esa impresión me corrijo. No hay una receta. Tampoco un camino trazado, ni una alternativa definida. Hay que construirlo, resultado de los múltiples factores: la experiencia de la izquierda, los discursos del pasado, los nuevos problemas. Ahora en el Perú hay demasiadas posibilidades contrapuestas. Los enfrentamientos son más duros con enormes costos en vidas, pero los caminos siguen apareciendo. No es frecuente pero queda también la posibilidad de un socialismo masivo, revolucionario pero sin asesinatos.
En estos momentos podemos dividir el espectro político del país básicamente en tres. Tenemos de un lado a la derecha, aglutinada y representada por el Fredemo, aparentemente homogéneo, en realidad con diversos intereses que pugnan al interior. Tenemos también a Sendero Luminoso y al MRTA, uno transitando a la acción criminal, y el otro insuficientemente creativo y sin propuesta social. Está también la izquierda unida en el centro, entre uno y otro. Esta izquierda oficial empeñada en participar en las elecciones y en los mecanismos tradicionales de poder, se aleja del movimiento popular, es étnica y culturalmente distante de las mayorías populares. No puede sentir como ellos y no los incorpora en los cargos dirigenciales. Pero no es tampoco homogénea. De una izquierda que hace algunos años se pensaba toda revolucionaria se han ido desgajando y delimitando algunos sectores. Uno transita hacia la derecha o el Apra. Aparentemente la mayoría quieren persistir tercamente en el centro. Se empeña en las reformas. Muy pegado a ellos hay también un sector, más pequeño que quiere ser revolucionario, no criminal, que quiere remover las estructuras, no reformarlas, que empieza a plantearse el problema de la construcción de un socialismo original. Todavía no existe una alternativa revolucionaria diferente cuajada. Requiere esfuerzo de creación, están allí sus elementos pero no puede crecer liderada por profesionales de clase media.
No repetir, crear otro tipo de dirigente. Dar cabida a otros sectores sociales y a los jóvenes. Ellos no deben seguir haciendo lo mismo, no pueden seguir pensando como hace veinte años. Las cosas han cambiado.
Hay quienes sienten su urgencia y quienes piensan que tienen tiempo. Es más no es sólo un problema de tiempo, Hay también uno geográfico. Las posibilidades de acción política son diferentes según las regiones del país. Los problemas no se pueden pensar igual desde Lima, desde Ayacucho o la región central.
No se tome todo esto como una crítica por alguien –insisto– que se imagina por encima. Todo lo contrario. Es en parte una autobiografía. Termino evitando ponerme como ejemplo de cualquier cosa. Lo cierto es que, como en pocos sitios, hemos sido una intelectualidad muy numerosa, pero a la vez poco creativa. Incapaces de dar a nuestro propio país la posibilidad de un marxismo nuevo. Intelectuales y políticos ignoran el pasado, la historia, lo que han sido. Demasiado modernos. Incapaces de elaborar un proyecto. Todos son mis amigos. Insisto que mientras en muchos otros países latinoamericanos el socialismo ha sido destruido, aquí sigue vigente. Todavía. A pesar de estar arrinconado. La izquierda se divide. La mayoría, en estos momentos, parece derechizarse. Pero también está esa minoría que se radicaliza. Hay una posibilidad de izquierda en todo esto, pero debe tomar forma.
Muchas gracias a todos los amigos y desde luego, sobre todo, a quienes discrepan conmigo. Siempre mi estilo agresivo pero no anula el cariño y el agradecimiento con todos ustedes, más aún con quienes más he discutido. Discrepar es otra manera de aproximarnos. Y desde luego cuando acudieron a ayudarme no les interesó saber que posición tenía en la cultura o en la política.
Un abrazo.
¡Qué buenos amigos!
Maestro Raul Porras Barrenechea
miércoles, 6 de mayo de 2009
EL TRABAJO DE INVESTIGACIÒN EN LA UNSA
Es de mucho agrado para los estudiantes de las diferentes universidades de la macro región sur, saber que se esta empezando a revalorar el trabajo de investigación social, en la medida de que se llevara acabo el I Concurso de Ensayo Universitario de Ciencias Sociales - Macro Región Sur, este trabajo pone de manifiesto el interés de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales de la Universidad Nacional de San Agustín, por premiar el esfuerzo al trabajo de los jóvenes en su formación como investigadores.
Era necesario que eventos como este incentiven la labor académica que debe reflejarse en la producción intelectual, debido a que como investigadores que empezamos a formarnos sabemos que el camino de nuestro oficio esta determinado por la difusión y la enseñanza, y que se vera reflejado justamente en estos trabajos.
Estoy seguro que este evento va a despertar el interés de los estudiantes, que hasta este tiempo al parecer se han visto en un estado intelectual de estaticidad y en tal dimensión no han contribuido a cambiar la imagen que se ha tenido de la Facultad de Ciencias Sociales de las diferentes universidades del sur del país, por que no se ha visto la producción, sin embargo así como la critica sirve como elemento de prueba en la veracidad y autenticidad de los hechos, también es necesario reconocer el aporte que con este tipo de eventos se lograra para la formación de la investigación que en la Macro Región Sur no ha sido muy profusa.
Ante este singular evento es necesario llamar la atención a los jóvenes estudiantes de pregrado de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales de la universidad que alberga este evento, debido que a lo largo de estos años con tristeza hemos podido observar que por la falta de lectura en cualquiera de las diferentes carreras profesionales pareciera que no han querido entrar de lleno en el oficio que ellos plantearon en su proyecto de vida y en tal situación no se han concientizado con este y como producto no han aportado intelectualmente con investigación.
Estoy seguro que los maestros de esta facultad no me dejaran mentir, pero este problema no solo radica el interés que los estudiantes pongan para su formación como investigadores sino que recae en una diversidad de problemas que en seguida pasare a detallar en forma breve.
Dentro del marco de las diferentes especialidades, el profesor juega sin duda alguna un rol fundamental en la dirección de los estudiantes para que ellos se enrumben en este laborioso camino, su principal fin es la motivación al trabajo de investigación a la par que con la enseñanza de los diferentes hechos de índole social, política, economía, etc se tenga un optimo desarrollo de sus capacidades y con esto se pueda contribuir a mejorar la calidad de profesionales que hacen tanta falta en nuestro medio.
Sin embargo bueno y resalto esto, algunos maestros o mejor dicho la gran mayoría a perdido noción de rol con profesores que persiguen la investigación y muchos de ellos solo se limitan a pasar las clases utilizando manuales que año tras año se han convertido en una Biblia que se repiten a menudo sin mayor cuestionamiento.
Otro elemento se determina por la infraestructura intelectual de los científicos sociales, me refiero a las bibliotecas, archivos que esta dentro de nuestra universidad y específicamente los de la facultad de ciencias histórico sociales , donde pareciere que las autoridades académicas poco o nada han hecho para mejorar este aspecto, un estudiante no podría decirles que hacer debido a la gran diferencia teórica y practica que nos diferencia, pero sin embargo no se necesita ser una gran teórico para saber que la investigación se hacen con fuentes y que los repositorios deberían de estar en condiciones optimas para producir esta, con el ingreso de bibliografía que este actualizada y no solo seguir con los clásicos que sesgan nuestro rigor de espíritu critico.
Sin embargo estos problemas no son nada nuevos, pero poco o nada se han hecho para mejorarlos, pero bueno esperamos algún día cambiar este tipo de comportamientos tanto entre estudiantes y profesores y solo así marcar lo que realmente nos compete la difusión y la enseñanza de nuestro oficio de científicos sociales, y que de seguro que este evento nos hará repensar mucho sobre nuestra formación y contribuirá mucho a cambiar la perspectiva que tenemos en investigación con respecto a otras universidades del pais.
miércoles, 29 de abril de 2009
COMENTARIOS DE BLOGGER DE HISTORIA SOBRE EL PROYECTO LEY QUE PROPONE CREAR EL COLEGIO DE HISTORIADORES DEL PERÙ
Autor: Jorge Luis Valdez Morgan
Edad. 30 años
Profesión: Historiador
Jorge Luis Valdez Morgan es licenciado en Historia y profesor en Estudios Generales Letras desde 2007. Se está especializando en historia política contemporánea, con especial interés en el cine y la fotografía andina y sus imaginarios. Los cursos que dicta se centran en historia contemporánea del Perú y del mundo, mientras que realiza estudios de posgrado (maestría) en investigación histórica en la PUCP.
Coincido con el colega José Ragas y con los comentarios del Reportero de la Historia acerca del rechazo a la constitución de un sindicato de historiadores que vele por los "intereses" de la profesión. El problema de estos "colegios" que agrupan a los profesionales liberales es que normalmente representan una visión oficial u oficiosa de la profesión y limitan su diversidad y pluralismo.
Los alcances del proyecto de ley son absurdos, como cuando exige la titulación para el ejercicio de la profesión, cuando bien se sabe que muchas universidades titulan con un pésimo nivel y con un concepto atrasado y reaccionario de la Historia. Un cartón no asegura la capacidad profesional de la persona, y es ya un lugar común decir que Jorge Basadre o Raúl Porras Barnechea no hubieran podido publicar libros de historia ni enseñarla si hubiera existido esta ley. Demás está mencionar que la comunidad de historiadores jóvenes vamos a oponernos a este intento por deformar y controlar el ejercicio de una ciencia social tan venida a menos en nuestro país, y no por desprestigio, sino por desidia, algo que difícilmente podrá cambiar un "Colegio de Historiadores". Ya imagino dicha institución involucrada en actos de corrupción, componendas y argollas. El Reportero menciona un punto interesante:
"La propuesta es tan torpe que no repara en el hecho de que la historia o cualquier producto historiográfico es ante todo un trabajo intelectual, un producto del pensamiento, y que por tal motivo no puede ser controlado por ley sin caer en la violación del derecho universal de la libre expresión. Cuántos hombres de ciencia o de humanidades, periodistas o intelectuales, que en algún momento escribieron un trabajo de historia o que quisieran hacerlo se verían perjudicados con una ley como ésta. Si lo que pretende semejante disparate es proteger el mercado laboral del historiador, debió redactarse en otros términos y con otros argumentos." (Sobre el colegio de historiadores)
Estoy de acuerdo con la conceptualización del trabajo del historiador realizada por el Reportero, pero no creo que se deba proteger el mercado laboral del historiador, pues por lo mismo que se trata de una profesión que depende de la libertad de expresión y del trabajo intelectual, nuestros "límites laborales" son muy difusos y nos pueden encontrar en una dependencia de gobierno hasta en una consultora privada, además de los sectores más comunes: prensa y docencia. Yo no quiero a nadie que me diga cuál es mi campo laboral y cuál no, cuando la idea es abrirnos nuevos y más amplios caminos y ganar un prestigio a través del debate y de la contundencia de nuestras ideas y la novedad de nuestro análisis.
Sí podría servir, si se quiere hacer algo, es una especie de consejo de revisiones que vea casos de plagio o fraude y los anuncie públicamente para desprestigio del autor. Porque a diferencia de lo que Borges menciona lúcidamente para la literatura, la historia no es plagio. Y tampoco es ponerse candados mentales o intelectuales. Así es, don Jorge Basadre, revuélquese en su tumba.
viernes 21 de abril del 2009
EL REPORTERO DE LA HISTORIA
Ayer me enteré por Historia Global online del proyecto de ley del congresista Juan Carlos Eguren que pretende crear el Colegio Profesional de Historiadores del Perú, una propuesta que dibuja de cuerpo entero la preparación académica de nuestros congresistas, su incapacidad para elaborar propuestas legislativas inteligentes y, básicamente, la pobreza intelectual en que está sumido nuestro Congreso desde hace mucho tiempo.
El proyecto de ley (que gentilmente nos alcanza José Ragas) es la prueba fehaciente de que el Congreso pierde el tiempo y desperdicia el dinero del erario público sin ningún rubor (o sea, el sueldo que reciben por tonterías como ésta). Si al menos la propuesta tuviera argumentos sólidos en que fundamentarse, vaya y pase. Pero es que la iniciativa en cuestión es objetable desde cualquier punto de vista, hasta el gramatical, como señala Ragas (ojalá que a nadie se le ocurra ahora calificar a Ragas o a mí de racistas). De todas las estupideces que se han perpetrado desde el Congreso, la que se lleva la palma, sin ningún asomo de duda, es este disparate mayor que amenaza la cultura, el pensamiento y el buen nombre de nuestro país. Si al menos el proyecto, repito, hubiese sido presentado en otros términos y con otras fundamentaciones, el debate estaría abierto. Pero lo que evidencia el mismo es la enorme ignorancia del que hace gala el congresista Eguren y la ñoñez con la que lo secunda la Comisión de Educación. Aunque esto último es entendible dado que no existe una sola persona con la capacidad intelectual y la altura moral de la que antes estaba poblado el primer poder del Estado, que con este proyecto de ley se ha rebajado a sí mismo a último despacho de la administración pública. >>> Seguir Leyendo... >>>
Poniendo puntos sobre las íes, empezaremos por señalar que la llamada 'Exposición de motivos' es una verguenza literaria y argumentativa, ya ni que decir histórica. Mi hijo de trece años hubiera podido dar una mejor sustentación de lo que es la historia y su importancia para una nación, pueblo o comunidad. Resulta poco menos que curioso que el congresista que menos sabe de historia (su proyecto de ley lo delata a leguas) sea quien presente un proyecto de ley para la creación de un Colegio de Historiadores. Lo que evidenciaría que el suyo es un trabajo, un encargo de terceros como lo ha hecho notar Ragas. Dado que él lo ha hecho ya con mejor suficiencia de la que podría hacerlo yo, me eximo de reitar en lo mismo.
Pero donde verdaderamente el proyecto hace agua es en el articulado mismo de la ley propuesta. En su primer artículo, señala la ciudad de Arequipa como sede del futuro Colegio. Nosotros estamos por la descentralziación de las instituciones en el país, pero cuál es el criterio técnico, histórico o cultural para tal designación. Con igual derecho podrían reclamarlo Cusco o Lima, sin mencionar cualquier otra ciudad del país.
Totalmente risible resulta más aún el segundo artículo: "La colegiación es requisito indispensable para el ejercicio de la profesión de historiador". Este congresista sabe de Humanidades lo que Confucio de Física nuclear. O sea, nada. La propuesta es tan torpe que no repara en el hecho de que la historia o cualquier producto historiográfico es ante todo un trabajo intelectual, un producto del pensamiento, y que por tal motivo no puede ser controlado por ley sin caer en la violación del derecho universal de la libre expresión. Cuántos hombres de ciencia o de humanidades, periodistas o intelectuales, que en algún momento escribieron un trabajo de historia o que quisieran hacerlo se verían perjudicados con una ley como ésta. Si lo que pretende semejante disparate es proteger el mercado laboral del historiador, debió redactarse en otros términos y con otros argumentos. No con estos que demuestran la escasa preparación del que lo presentó, lo promovieron y, peor aún, lo secundan sin analizarlo en lo más mínimo.En el acápite a del artículo 4, se dice: "Son atribuciones del Colegio de Historiadores del Perú: a) velar por el correcto ejercicio de la profesión de sus miembros, dentro de criterios éticos, de libertad, legalidad y de interés público". En concordancia con el párrafo anterior, ¿qué debemos entender por 'correcto ejercicio de la profesión'? Escribir una historia que no sea oficialista y canóniga, ¿será un acto 'incorrecto' de la profesión? Si Heraclio Bonilla escribiera su libro sobre la Independencia ahora y existiese el tan mentado Colegio, ¿incurriría en el delito de ir contra el interés publico? Por favor, este tipo de tonterías son las cosas en la que invierten su tiempo nuestros congresistas
Conviene señalar, también, que a los promotores de este proyecto-disparate no se les ocurrió en ningún momento, para darle fuerza representativa a su sustentación o presentación, consultar a la Academia Nacional de la Historia o a historiadores de prestigio sobre la viabilidad del mismo. La una y los otros brillan por su ausencia en el documento, lo que demostraría la insostenibilidad del mismo y la falta de apoyo institucional que muy probablemente tiene
A este Colegio Profesional de Historiadores del Perú le espera la misma suerte que corrió y corre el Colegio de Periodistas del Perú: el fracaso absoluto, el marasmo institucional y la indiferencia de todos los profesionales serios que verán en él lo que verdaderamente pretende: asegurar un puesto de trabajo a los mediocres. Sólo eso.
LUNES 27 DE ABRIL DEL 2009
Autor. José Ragas Rojas
Docente: Pontificia Universidad Católica del PerúProfesión: Historiador
José Ragas Rojas es bastante conocido en medios académicos no sólo por sus méritos profesionales, sino porque, fundamentalmente, se ha interesado por la historia electoral peruana que ha tenido muy pocos cultores entre nosotros. Los trabajos que ha publicado en distintas revistas, en particular en Elecciones, la revista de estudios de la ONPE, le han merecido, a mi modo de ver, un justo reconocimiento a su trabajo intelectual e historiográfico.
CARTA ABIERTA SOBRE LA CREACIÓN DEL COLEGIO
DE HISTORIADORES DEL PERÚ
Ante la noticia de la discusión del Proyecto de Ley N. 904/2006 – CR en la Comisión de Educación, Ciencia, Tecnología, Cultura, Patrimonio Cultural, Juventud y Deporte, presidida por la parlamentaria Cenaida Uribe, por el cual se propone crear el Colegio de Historiadores del Perú, deseo dejar constancia de mi rechazo a dicha propuesta, por considerar que carece de fundamento y que antepone los intereses personales a los de las personas que nos desempeñamos como historiadores dentro y fuera del país. El proyecto de ley fue presentado y ha sido impulsado por la Asociación de Historiadores Región Sur (AHIRSA), con sede en Arequipa y presidida por el Sr. Enrique Ramírez Angulo.
En primer lugar, mi rechazo se basa en que se trata de un documento que no solo ha sido pésimamente redactado sino cuya fundamentación (académica, técnica y legal) no tiene base ni se apoya en estudios técnicos ni de ningún otro tipo. La intención manifiesta de la AHIRSA es la de manejar una institución que se encargue de regular y controlar el ámbito laboral de los historiadores, permitiendo que solo puedan ocupar puestos de trabajo quienes han obtenido la licenciatura de historia. Aquellos que, por diversas razones, no la hayan obtenido, aun cuando hayan seguido estudios de posgrado (maestría o doctorado), no estarían en posición de ejercer la profesión. Así, el Colegio de Historiadores dirigido por la AHIRSA se encargaría de velar por depurar y erradicar «el intrusismo profesional y la autonominación como historiadores que se hacen personas que no lo son», según reza el proyecto en cuestión.
En segundo lugar, la AHIRSA no puede atribuirse el derecho de expresarse en nombre de los historiadores que se desempeñan a nivel profesional, en aras de monopolizar el control de la institución que proponen crear. Esto se deduce claramente del número de puestos que se adjudica la AHIRSA en la Comisión que daría forma al Colegio de Historiadores. De los ocho puestos, se adjudican tres de ellos, lo que les daría la posibilidad de elegir a los miembros de la Junta Directiva o del Consejo Ejecutivo que regirían de forma permanente.
¿A mérito de qué viene esta propuesta? En los últimos meses en la web han aparecido propuestas similares para países como España y Guatemala, en las que se incluyen comentarios de historiadores de dichos países que afrontan una mala situación laboral y que consideran que un Colegio de Historiadores podría poner fin a esta situación al permitir únicamente que los historiadores con título puedan trabajar en determinados puestos. Según se desprende de los comentarios de historiadores en un foro sobre el tema (en el que participan también peruanos), existiría un malestar porque los programas de posgrado permiten que personas que no han seguido la carrera de Historia ni se han licenciado puedan obtener un grado de Magíster o Doctor y ejercer, quitándole así la posibilidad a los egresados de las facultades. Además, se asume que un Colegio de Historiadores lucharía por los intereses de los profesionales, a la manera de un sindicato, y que velaría por nosotros. Curiosamente, las quejas también provienen de México, país que cuenta con un Colegio, el Colegio de México.
No tenemos informes que demuestren que la creación de colegios o instituciones similares hayan traído una mejora significativa en las respectivas áreas profesionales de Humanidades y Ciencias Sociales. Tendríamos que asumir que una instancia de esta naturaleza ayudaría a resolver los problemas que enfrentan los historiadores. Ya se han creado colegios de arqueólogos y de bibliotecarios. ¿Eso ha llevado a solucionar sus problemas? Por lo que conversado con algunos amigos de estas profesiones, la respuesta es negativa. La situación es completamente distinta para áreas como la Medicina, la Arquitectura y la Ingeniería, donde la responsabilidad social es mucho mayor por lo que se requiere que efectivamente haya un filtro que regule la titulación de los que dicen ser egresados de dichas facultades. En las Humanidades y las Ciencias Sociales, el espectro es diferente, ya que el número de profesionales es considerablemente menor y los profesionales se hallan en estrecho contacto con las Universidades, las cuales regulan la actividad laboral y el desempeño ético de sus miembros.
Ya contamos con una institución que representa a los historiadores, la Academia Nacional de Historia, la cual puede ser repotenciada para que la disciplina histórica sirva de enlace entre el mundo académico y la sociedad y cumpla con los beneficios que traería un pretendido Colegio de Historiadores. Pero la institución que tiene en mente la AHIRSA no se asemeja a las instituciones que existen en el extranjero, en países como Bolivia, Brasil, México o Estados Unidos, donde se promueve el ejercicio de la investigación y la producción académicas en aras del desarrollo y el mejor conocimiento del pasado, el presente y el futuro de la sociedad.
Si esta propuesta llegase a prosperar, se eliminaría la meritocracia en todos los niveles, además de la interdisciplinariedad, que ha permitido que nos beneficiemos de la experiencia de colegas provenientes de otras áreas. Asimismo, colegas extranjeros que enseñan en nuestras universidades, no podrían hacerlo, al no contar con una tesis de licenciatura. Al poner como filtro la licenciatura, los historiadores ya no tendrían necesidad de hacer estudios de posgrado, ya que tendrían una plaza asegurada tan solo con el título. A mediano y largo plazo, las consecuencias serían desastrosas. La interdisciplinariedad es lo que va a permitir enriquecer la profesión, no el aislamiento burocrático ni una nomenclatura que decida quién ejerce y quién no como historiadores.
Un documento de esta naturaleza debería haber señalado cuáles son los problemas concretos que se enfrenta y no hacer una larga e innecesaria disertación sobre la definición de historia que busca que se otorgue el Colegio de Historiadores por la antigüedad de la disciplina histórica antes que como una institución destinada a resolver los supuestos problemas del gremio. El enredo mental de los autores del Proyecto de Ley es tal, que están tan obsesionados por depurar el gremio que se contradicen a sí mismo al incluir a destacados personajes que aportaron al conocimiento del pasado nacional ¡sin ser historiadores!, como Francisco Mostajo Miranda, de quien señalan «que siendo abogado también hizo trabajos de historia», los hermanos Paz Soldán, José de la Riva-Agüero y José Carlos Mariátegui. Se menciona también a Jorge Basadre, quien «tampoco tuvo tal título», aludiendo a la licenciatura.
Si lo que deseamos es realmente una mejora en la profesión, no se va a conseguir con proyectos de esa naturaleza, sin debate ni discusiones previas, alcanzados entre gallos y medianoche para asegurarse un puesto y sacrificar al resto de los colegas. Llevamos años tratando de promover la interdisciplinariedad y el libre ejercicio de la profesión basado en los méritos académicos ¿y ahora vamos a eliminarlos por la ambición personal de unos cuántos?
ESCRITO EL SABADO 29 DE ABRIL DEL 2009
Licenciado en Educación por la UNMSM. Profesor de Historia desde 1998. Correo: argoperu@gmail.com
¿COLEGIO DE HISTORIADORES DEL PERÚ?
Actualmente, en el Congreso de la República, el representante de Arequipa Juan Carlos Eguren viene "sustentando" un proyecto de ley para crear el "Colegio de Historiadores del Perú". La propuesta está siendo promovida por un grupo de historiadores de la Ciudad Blanca, pero según las opiniones de historiadores y bloggers que voy leyendo no tiene mayores beneficios para el desarrollo de esta profesión, y será perjudicial para la construcción de la memoria histórica de nuestro país:
"Si esta propuesta llegase a prosperar, se eliminaría la meritocracia en todos los niveles, además de la interdisciplinariedad, que ha permitido que nos beneficiemos de la experiencia de colegas provenientes de otras áreas. Asimismo, colegas extranjeros que enseñan en nuestras universidades, no podrían hacerlo, al no contar con una tesis de licenciatura. Al poner como filtro la licenciatura, los historiadores ya no tendrían necesidad de hacer estudios de posgrado, ya que tendrían una plaza asegurada tan solo con el título. A mediano y largo plazo, las consecuencias serían desastrosas. La interdisciplinariedad es lo que va a permitir enriquecer la profesión, no el aislamiento burocrático ni una nomenclatura que decida quién ejerce y quién no como historiadores." José Ragas (Historiador y docente en la PUCP)
"La propuesta es tan torpe que no repara en el hecho de que la historia o cualquier producto historiográfico es ante todo un trabajo intelectual, un producto del pensamiento, y que por tal motivo no puede ser controlado por ley sin caer en la violación del derecho universal de la libre expresión. Cuántos hombres de ciencia o de humanidades, periodistas o intelectuales, que en algún momento escribieron un trabajo de historia o que quisieran hacerlo se verían perjudicados con una ley como ésta. Si lo que pretende semejante disparate es proteger el mercado laboral del historiador, debió redactarse en otros términos y con otros argumentos. No con estos que demuestran la escasa preparación del que lo presentó, lo promovieron y, peor aún, lo secundan sin analizarlo en lo más minimo." Jorge Moreno (Historiador y periodista de El Comercio)"Curiosamente en esto incide la riqueza historiográfica peruana, no es una hechura exclusiva de historiadores profesionales forjadas en esas instituciones universitarias en el sentido de lo academico y correctamente diplomado en alguna universidad y que en el caso peruano deja mucho que desear por lo reducidamente atrayente que resulta estudiar historia, o por la pobreza de recursos con que se cuenta para la investigación histórica y por la escasa calidad académica de los propios historiadores para plantear temas novedosos y realmente interesantes para la sociedad. Acaso ¿nos olvidamos también que hay excelentes historias contadas desde localidades y pueblos que enseñan y trasmiten de una generación a otra un modo de entender e interpretar el pasado que no tiene nada que ver con la ley y el interés publico oficial? Muchas de esas historias y de las buenas historias son rescatadas por historiadores no profesionales: maestros de escuelas públicas rurales y especialmente los propios protagonistas. ¿Que son sino los relatos de Rigoberta Menchú o Hilaria Supa? pedazos de historia con mucha fibra moral y sensibilidad por lo propio que nos abren mundos desconocidos a los historiadores "profesionales"." Mario Meza (Historiador y antropólogo
"Los alcances del proyecto de ley son absurdos, como cuando exige la titulación para el ejercicio de la profesión, cuando bien se sabe que muchas universidades titulan con un pésimo nivel y con un concepto atrasado y reaccionario de la Historia. Un cartón no asegura la capacidad profesional de la persona, y es ya un lugar común decir que Jorge Basadre o Raúl Porras Barnechea no hubieran podido publicar libros de historia ni enseñarla si hubiera existido esta ley. Demás está mencionar que la comunidad de historiadores jóvenes vamos a oponernos a este intento por deformar y controlar el ejercicio de una ciencia social tan venida a menos en nuestro país, y no por desprestigio, sino por desidia, algo que difícilmente podrá cambiar un "Colegio de Historiadores". Ya imagino dicha institución involucrada en actos de corrupción, componendas y argollas." Jorge Valdez (Historiador y docente de la PUCP)
Esperamos que el Legislativo rechace este proyecto, para que no se limite el derecho de investigación y de libre expresión a quienes tienen otras especialidades, pero se dedican con pasión y seriedad al estudio de nuestro pasado.
PUBLICADO EL 28 DE ABRIL DEL 2009
Autor. Víctor Arrambide Cruz
Profesión: Historiador
Bachiller en Historia por la Universidad Mayor de San Marcos. Actualmente realizo mis estudios de Maestría en la misma Universidad. Mis intereses van sobre la historia política y cultural del Perú Republicano, sobre todo siglo XIX. He realizado algunas investigaciones sobre de historia de la prensa, donde he publicado algunos trabajos, como la edicion facsimilar del periódico titulado El Peruano Independiente, de 1825. Actualmente estoy investigando sobre Manuel Atanasio Fuentes y la Imprenta del Estado (1868-1888) y variados temas de la historia de Lima.
El Colegio de Historiadores del Perú
[Alcanzo a ustedes el artículo, de Juan José Pacheco Ibarra, creador de la Agenda Histórica Nº 3, que se publicó a mediados del 2006. Dado que el tema ha vuelto otra vez al ruedo considero estas opiniones aún vigentes. He tratado de buscar el Texto de la propuesta original de los miembros de la AHIRSA pero tanto tiempo ha pasado desde que se presentó ese proyecto, pero apenas lo ubiue se lo alcanzaré a ustedes].
Por: Juan José Pacheco I.
Hace unos meses atrás fue presentado por la Asociación de Historiadores de Arequipa un proyecto de ley al Congreso de la República para crear un colegio de historiadores en nuestro país.Este proyecto ha tenido poca difusión entre los historiadores peruanos, y no se ha realizado un debate a la altura que este tema merece. Parece que un halo de indiferencia rodea a la creación de esta nueva institución. En el Congreso el proyecto quedó pendiente a debate por el gobierno anterior.Una pregunta que todos habrán de hacer, tanto los autores del proyecto, como aquellos que no le han dado la debida importancia es: ¿por qué es necesario fundar un colegio de historiadores en el Perú?
Esto nos lleva a formular otras interrogantes: ¿cuáles son los fines que tendría esta institución? ¿de qué manera puede ayudar a promover los estudios históricos y favorecer la situación de los historiadores profesionales?
Sin duda hay cuestiones polémicas en una discusión que no se ha iniciado, quedan muchas preguntas que debemos responder a la luz del proceso de institucionalización de los estudios históricos en nuestro país. Antes de tratar el proyecto en mención me parece muy importante hacer primero una pequeña reseña crítica de las instituciones en el Perú
Una breve historia de las instituciones históricas
La idea de asociar a los estudiosos de la historia en el Perú se inicia en el siglo XIX. He tratado este punto en un artículo sobre la Academia Nacional de la Historia(1), donde se señala que durante el tiempo de José Pardo y Lavalle se buscó fundar una asociación de historiadores con el fin de promover los estudios históricos. Luego de esto veremos el intento del general Manuel Mendiburu para fundar una Academia de la Historia Nacional en 1884, la cuál no tuvo éxito y fue olvidada. Tuvo que llegar el año 1905 para poder fundar el Instituto Histórico del Perú.
Posteriormente aparecerán otras instituciones como la Sociedad Peruana de Historia, la cuál surgió como iniciativa de una generación que con los años serán incluidos como miembros de la Academia Nacional de la Historia.
Además de estas instituciones, que tuvieron un carácter más corporativo, no se observaron otras iniciativas globales para agrupar a los historiadores peruanos.
¿El Colegio de Historiadores del Perú o de Arequipa?
Se propone fundar el Colegio de historiadores en Arequipa. ¿Qué tan factible es esta idea en la práctica? Nuestra realidad, nos guste o no, nos dice que el 90% de historiadores viven, estudian y trabajan en Lima. Esto es herencia de nuestro centralismo histórico. Centralismo que ha privilegiado a la capital, escribiendo la historia del Perú desde Lima y que ha dejado en un segundo plano a la llamada historia regional.
Pero para propósitos de reunión, coordinación y funcionamiento de esta institución ¿podríamos elegir a una ciudad en la cuál la historiografía está desarrollada a un nivel desigual? que si bien cuenta con una prestigiosa escuela de historia, pero un número escaso de investigadores ¿puede pretender ser sede de esta institución?
Me parece, que Arequipa es una buena elección, ya en el pasado se quiso hacer funcionar algunos organismos estatales en esta ciudad, pero el centralismo siempre ha primado.
En realidad, a pocos historiadores le interesaría ir a Arequipa a inscribirse en un colegio de Historiadores. Y es que en nuestro país donde la capital ha vivido a espaldas de las demás ciudades, se hace necesaria una integración. Muy pocos historiadores de Lima podrían darle importancia a esta nueva institución.
Quizá la solución sería dar una ley para crear los colegios de historiadores por ciudades del Perú, y que una comisión extraordinaria constituida por representantes de estos organismos integren un colegio de historiadores del Perú. De la misma manera, las reuniones no deben depender de la asistencia física de sus miembros, pudiendo estas realizarse incluso a través del internet.
La conformación
Algo que llama la atención en este proyecto es la falta de jerarquías que se ve en el proyecto de ley, que según dice conformaría una comisión integrada por: un representante de las escuelas profesionales de historia en nuestro país, un representante por los estudiantes de historia, un representante de los investigadores, otro de los bachilleres y graduados y tres de la asociación de historiadores de la región sur-Arequipa.
¿Cómo es posible que todas las escuelas de historiadores profesionales tengan solo un representante y una asociación tenga tres?
Si esta nueva institución busca ser representativa hay que respetar las igualdad en la conformación. También son notables algunas ausencias ¿por qué no ha sido incluido un representante de la Academia Nacional de la Historia? ¿Es que acaso la opinión de esta centenaria institución no es importante?
Además de esto quedan otras interrogantes: ¿Cómo se elegirán a los representantes de cada grupo? ¿Cómo se organizará la inscripción de los historiadores?
Esto se puede explicar en la fragmentación que existe entre nuestros historiadores.
Se ha visto que gran parte del surgimiento de la historiografía regional obedece a una demanda de escribir una historia que incluya a la región como espacio histórico-geográfico particular dentro o fuera del espacio nacional.
Tradicionalmente la historiografía ha tenido un carácter centralista que solo incluye a las regiones de forma incidental y general
Cuando las propuestas surgen de otras ciudades, la huella del olvido se puede ver reflejada en las propuestas que han ido surgiendo en estos años para conformar una institución nacional. Lima vive a espaldas de las “provincias”, muchos historiadores de la capital no se interesan por hacer historia regional y al escribir la historia del Perú se refieren a otras ciudades de manera muy tangencial. La historia del Perú se escribe desde el contexto limeño centralista.
Para esto es necesario una institución descentralizada. No incluimos como solución a instituciones como la Academia Nacional de la Historia, por ser ésta una sociedad de honor, a la que son admitidos sólo algunos de los historiadores de más amplia trayectoria y de aportes fundamentales a la historiografía peruana. La opinión de esta institución es importante, pero por la naturaleza de esta corporación solo representa a un grupo logrado de historiadores.
Hay un grupo amplio de profesionales que no tienen una asociación que les permita pronunciarse al respecto de su situación.
Una necesidad urgente
La creación de un colegio de historiadores del Perú es una necesidad urgente, la propuesta es bien recibida venga de donde venga, lo que hay que buscar es integrar a la dispersa comunidad de historiadores peruanos para trabajar un proyecto en conjunto, para el diálogo, la discusión y buscar un mejoramiento de las condiciones profesionales de este sector.
Una institución que emita opiniones y pronunciamientos sobre cuestiones importantes para la marcha de Perú actual y que fomente los estudios históricos.
Por esto urge, la fundación de un colegio profesional de historiadores, que integre a los profesionales de esta área sin hacer distinción del lugar de residencia, que acoja a los historiadores de distintas opiniones políticas, teóricas, etc
Ya existen colegios de arqueólogos y sociólogos. ¿Por qué aún no se ha creado un colegio de historiadores? En parte esta ausencia nos muestra cuál es el nivel de nuestra historiografía que en su conformación refleja la fragmentación que existe en nuestro país. Esta refleja el nivel de desarrollo de los estudios históricos y el porqué la profesión histórica aún no ha podido constituirse como una actividad profesional seria
Esta contradicción se da a pesar que hace muchos años contamos con escuelas profesionales de historiadores en varias ciudades del Perú.
Profesionalizar la carrera de historiador es una necesidad urgente y justa, como un reconocimiento a quiénes han dedicado los mejores años de su vida a la investigación histórica y a quiénes vienen preparándose de forma seria y profesional en el Perú y el extranjero con este propósito.El colegio de historiadores al profesionalizar la carrera y darle un carácter corporativo no debe buscar excluir a los historiadores autodidactas y personas interesadas.Muchos autodidactas o historiadores aficionados hacen una gran labor y cubren muchos campos y temas ignorados, olvidados y hasta desdeñados por los historiadores universitarios. Sería una injusticia no reconocer su labor, recordemos que la historiografía peruana debe sus inicios a la afición de abogados, ingenieros, médicos y literatos por la Historia. Sin embargo, a diferencia de estos últimos, son los historiadores universitarios quiénes dedican mucho más tiempo de su vida a la investigación y docencia de la historia. Son quienes viven de ésta y para esta actividad. Por esto es urgente la creación de un colegio profesional de historiadores del Perú.
¿Se necesita un permiso institucional para la construcción de la memoria? Sobre El Proyecto del Colegio de Historiadores del Perú
lunes 27 de abril de 2009
He recibido un correo con un archivo acerca de la gestación de un colegio profesional de historiadores en el congreso de la república. Este proyecto viene desde hace un tiempo propuesto por una Asociación de Historiadores de la Región Sur de Arequipa e impulsado por un coterráneo suyo en el congreso, el Sr. Juan Carlos Eguren del PPC. Personalmente nunca me agradó la idea de tener un ente burocrático que me supervisara (excepto mis asesores de tesis) en las labores de investigación histórica que aunque no muchas las tengo. Pero tal como dice el proyecto El Colegio de Historiadores tiene como fin "el correcto ejercicio de la profesión de sus miembros, dentro de criterios éticos, de libertad, legalidad y de interés público". La verdad es que resulta fuera de toda lógica pensar que la labor de un historiador, considerado por el susodicho proyecto como una labor "científica y humanista" pueda sujetarse a criterios éticos de libertad, legalidad y de interés público bajo pena de ser sancionado disciplinariamente según Estatutos del Colegio. Eso quiere decir que desde la dación de esa ley solo podremos escribir historias al gusto de los políticos o de aquellos que dicen representar el interés público, dictado por sabe Dios quién o qué censor público o privado, nombrado o autonombrado a sí mismo como un defensor de la ley o del llamado interés público. Si esto hubiera sido desde antes así nunca no hubiésemos terminado de escuchar la sarta de sandeces que poblaron las versiones "oficialistas" de la historia peruana que decían que la independencia en 1821 fue una labor exclusivamente peruana y donde todos los "peruanos" participaron entusiastamente a su favor o que la guerra con Chile fue una gesta heroica de las elites criollas cuando sabemos que en ambos acontecimientos hubo un vertedero de conflictos étnicos y sociales internos provocados precisamente porque los mismos peruanos nunca resolvimos nuestras malquerencias (Recordemos lo que dijeron Heraclio Bonilla y Karen Spalding en su tiempo, de hecho Bonilla anduvo perseguido por esto). La labor del historiador no es ser complaciente con versiones "nacionalistas" ni con ninguna otra, vengan de donde vengan, si no es por el tamiz mismo de la crítica y el debate público, no por la ley y el interés público como dice el texto en su artículo 4 incisos a y b. De ser así nunca hubiéramos avanzado en reconocernos como una sociedad con fracturas sociales profundas y enormes contradicciones que hasta hoy no se resuelven. El propio informe final de la comisión de la verdad y la reconciliación, un documento histórico que narra esas profundas desigualdades y conflictos sociales que llevaron a la sociedad peruana a dos décadas de violencia en el país, es un reflejo fiel de lo desgarrado que somos como sociedad para masacrarnos mutuamente y convertir a este país en un baño de sangre. Este documento a pesar de ser histórico historiograficamente hablando no ha creado el consenso para ser aceptado por toda la sociedad. ¿Hubiera necesitado esa comisión también la autorización gremial para no usurpar las funciones de historiadores y decir algo que complaciera a todo el auditorio? Ya vimos lo que respondió el antropólogo Carlos Iván Degregori en su calidad de profesional cuando fue cuestionado por el abogado defensor de Fujimori sobre la validez de sus opiniones en esa comisión al mismo tiempo que buscaba descalificarlo en pleno juicio de su patrocinado por dar sus opiniones por no estar afiliado a ese fantasmal Colegio de Antropólogos del Perú, para entonces Degregori dijo que más que antropólogo hablaba como un ciudadano muy bien documentado e informado.
Esto plantea una cuestión fundamental: ¿se necesita un permiso institucional para la construcción de la memoria? y si debe ser así (cosa que no creo) quién debe administrarla ¿solamente los historiadores? Más bien creo que la memoria y el pasado son muchos discursos que se construyen al calor de las contradicciones del debate público que no requiere más autorización que la polémica misma. Esto me plantea además una segunda cuestión. Dice el proyecto que para investigar historia se requiere de titulación profesional y estar inscrito en el colegio de historiadores para evitar lo que se llama "el intrusismo profesional" (2º artículo del proyecto de ley). Esto desmiente ominosamente la larga lista de historiadores que se ensalza en el propio documento presentado, en las paginas 2 y 3, que señala precisamente que no eran historiadores profesionales quiénes construyeron nuestra identidad desde el pasado. Curiosamente todos ellos plantearon visiones discrepantes a la sociedad de su época y desde luego a la ética predominante de las buenas costumbres o del llamado "interés público". Por eso el mestizo Garcilazo de la Vega terminó en un autoexilio en España porque no se le reconocía un espacio en la sociedad colonial, la obra del indio Guamán Poma fue olvidada en alguna biblioteca europea, el republicano radical Jorge Basadre Grohman respiró soledad intelectual durante su época de gran historiador, el propio novecentista José de la Riva Agüero terminó arrinconado por su propia clase social y solo pudo volver a a ella menos democrático y más autoritario que nunca, el comunista subversivo José C. Mariategui fue igualmente olvidado durante varias décadas hasta su recuperación cuatro décadas después. Y ¿que hay de quiénes quieran escribir historias consideradas poco patrióticas o que fueron subversivas en su momento (p. e. las historias del APRA en 1930 y 1940) o que quieran descubrir el maltrato oficial y socialmente legitimado dado a grupos étnicos minoritarios como los japoneses o los chinos apenas hace 60 años o explicar los fenómenos de la violencia política como Sendero Luminoso o el MRTA desde ámbitos que cuestionen muchas categorías oficiales que no los consideran "partidos políticos"?; o ¿como tratar la corrupción institucionalizadas en épocas muy recientes y que vayan más allá de la categoría del "pecado" (y no me refiero solo al fujimontesinismo)? Curiosamente en esto incide la riqueza historiográfica peruana, no es una hechura exclusiva de historiadores profesionales forjadas en esas instituciones universitarias en el sentido de lo académico y correctamente diplomado en alguna universidad y que en el caso peruano deja mucho que desear por lo reducidamente atrayente que resulta estudiar historia, o por la pobreza de recursos con que se cuenta para la investigación histórica y por la escasa calidad académica de los propios historiadores para plantear temas novedosos y realmente interesantes para la sociedad. Acaso ¿nos olvidamos también que hay excelentes historias contadas desde localidades y pueblos que enseñan y trasmiten de una generación a otra un modo de entender e interpretar el pasado que no tiene nada que ver con la ley y el interés publico oficial? Muchas de esas historias y de las buenas historias son rescatadas por historiadores no profesionales: maestros de escuelas públicas rurales y especialmente los propios protagonistas. ¿Que son sino los relatos de Rigoberta Menchú o Hilaria Supa? pedazos de historia con mucha fibra moral y sensibilidad por lo propio que nos abren mundos desconocidos a los historiadores "profesionales".Entonces ¿a qué viene la colegiación profesional? Hasta donde sé son asociaciones profesionales que cumplen una función delegada por el Estado para ejercer actividades consideradas indispensables en el correcto funcionamiento del orden legal. Su carácter público lo entiendo como ejercicio de un orden legal que en el Perú siempre tiende a ser frágil y muchas veces contradictorio con la propia realidad y que no pocas veces ofende al ciudadano común promedio. Me pregunto si la construcción de la memoria es un patrimonio público sujeto a la ley ¿quién define el sentido de la ley? o peor aún, el interés público. La propia ética es un recurso retórico subvaluado especialmente por las clases dirigentes hoy en día, ¿podría solo un colegio profesional suplir esas carencias institucionales y a toda la sociedad? Al parecer ese es el gran debate de hoy cuando se habla de un Museo de la Memoria, dado que no se pudo olvidar a pesar que muchos impulsaron ese olvido de nuestro pasado reciente, el gobierno alemán nos invitó a cruzar el rubicón de esa indecisión y hoy se quiere corporativizar la memoria, sectores políticos conservadores de sociedad y de las Fuerzas Armadas quieren imponer sus condiciones en detrimento de la sociedad forzando a que dentro de un Museo de la Memoria exista una versión suya aparte de lo dicho por el Informe final de la CVR. Entonces resulta poco lógico en este contexto que la colegiación de los historiadores proponga corporativizar bajo el criterio de legalidad y del supuesto interés público o de eticidad la gran diversidad de memorias y de historias pertenecientes a la sociedad. Haciendo un parangón inverso a lo recientemente expuesto en un diario local sobre los titulos y diplomas (más cuotas y controles legales de una corporación) que otorgan calidad profesional a un representante, creo que la historia se hace más rica y profunda cuando ha sido precisamente más menoscabada por ser precisamente no aceptado y hasta diría subversivo
El proyecto dice también que para reconocer la importancia de la historia como ciencia histórica y proteger a quiénes la ejercen como investigadores es necesario que exista el colegio profesional de historiadores que la promuevan y la protegan. Si están preocupados de ambos casos entonces propongan más museos, más recursos para la investigación desde las universidades y las instituciones públicas y privadas, ambos ayudaran a preservar las memorias y a valorar en su justa dimensión el trabajo de los historiadores, difundan la lectura de más investigaciones históricas, no por más burocracia que reparta permisos y autorizaciones nos acercaremos mejor a la sociedad ni se mejorará nuestra imagen, por el contrario, esta se deteriorará aún más. La gente desconfía de todo lo que huela a burocrático e institucionalizado sino vean a los abogados. En este proyecto los historiadores no son los favorecidos más bien se nos coarta la libertad de pensamiento y expresión en favor de pequeños grupos de poder que buscaran construir argollas y terminaran desprestigiando a nuestra carrera profesional sino vean a otros colegios profesionales ¿dónde estuvo - y está - por ejemplo el Colegio de periodistas para sancionar a los "mermeleros" del fujimontesinismo?.
Los criterios de proponer un Colegio Profesional para historiadores son anticuados, el mismo criterio de un Colegio Profesional corporativizador del conocimiento por una pretendida equiparación a otras profesiones como el de geografos, arqueólogos, profesores, antropológos, sociologos son errados, ni siquiera a estos se les reconoce el peso que supuestamente deben tener y sospecho que son por los mismos motivos que he expuesto para este caso.
Mario Meza
Historiador y antropólogo
Pronunciamiento de un sanmarquino sobre el Proyecto de Ley que crearía un Colegio Profesional de Historiadores del Perú.
Estimados lectores de El Espejo de Clío. Alcanzo a ustedes el pronunciamiento de un colega de la UNMSM, compañero de estudios, que refleja el sentir de muchos Historiadores con respecto a este absurdo Proyecto que hoy se debate en el Congreso de la República
“…el historiador investigador obliga la titulación universitaria, se hace necesario la creación de un órgano de colegiación que regule esta actividad profesional e identifique a los historiadores titulados, persiga y corrija con contundencia, dentro del marco legal, el intrusismo profesional y la autonomización como historiadores que se hacen personas que no lo son; y, de acceso a la información y conocimientos de los logros y hallazgos en el campo de la Historia.”La formación de un Colegio de Historiadores tiene pros y contras a mi parecer. La contra más saltante es la siguiente: imagino que la gran idea surgió de la comparación con carreras que los redactores consideraron más o menos afines –derecho y economía, por ejemplo- y con otras, un poco más distantes, pero igual de importantes –medicina y contabilidad-. El chiste es que en esas carreras y sus respectivos colegios la práctica y el ingreso al mercado laboral si tiene que estar regido por reglas específicas al ser de naturaleza distinta a nuestra carrera.
PUBLICADO EL MARTES 28 DE ABRIL DE 2009
Me explico: el Colegio de Abogados de Lima es el ente que permite identificar a un abogado real de uno bamba, permite saber quién es abogado, cuándo se graduó y dónde estudió, para poder tomar una decisión con respecto a la contratación o no de uno; los abogados que no se encuentran dentro del Colegio no pueden ejercer la carrera puesto que es el estado –poder judicial mediante- es que pone las reglas de juego para su profesión; la pregunta cae de madura: ¿uds. se imaginan siendo defendidos en un pleito judicial penal o civil por alguien que no tiene título de abogado o que simplemente nunca se recibió o nunca estudió derecho? Un segundo ejemplo, el Colegio Médico. La pregunta directa es: ¿uds. confiarían en alguien que no fuera un médico colegiado en el supuesto –negado por cierto- de tener que ser operados del corazón o del pulmón? Y más aún, ¿uds. creen que el estado va a dejar operar, tratar o medicar a un médico que no se encuentra inscrito, oleado y sacramentado en el Colegio al que debe pertenecer?En los anteriores casos sí se hace necesaria la figura del filtro que es el Colegio profesional. Las carreras son diferentes a la nuestra y siempre tienen que ver con una regulación y reglamentación nacida de una legislación estatal. La medicina, el derecho, la contabilidad, la administración, tienen una funcionalidad distinta –no mejor, ni peor- a la que tiene nuestra carrera. Nuestra carrera tiene una funcionalidad y naturaleza diferente. No es necesario ser un historiador de carrera –si es que existe el término- para hacer un muy buen trabajo de historia. Casos se han visto. En la misma sustentación histórica y biográfica del proyecto de ley –bien trucha de paso- se habla del caso de un personaje que ingresó a San Marcos en 1919, y que, además, obtuvo grados de Doctor en Letras, en Jurisprudencia y el título de Abogado, más no de historiador. Si no me falla la memoria su apellido era Basadre y su nombre Jorge, por citar sólo a uno de los muchos casos. Salvando las distancias Nicolás Lynch, graduado como Sociólogo, tiene un muy buen libro sobre la política de los últimos 20 años del XX, un libro de historia con buenas fuentes y trabajo metodológico.
Con la ley de la colegiatura ¿uno no puede llamarse “historiador-investigador” si no tiene el título bajo el brazo?, ¿uno no puede hacer investigación si no tiene título y si no está en el dichoso Colegio? Bajo ese argumento: ¿qué es el intrusismo profesional? ¿Basadre y Lynch, el primero citado en la sustentación, eran intrusos?, Y si yo tengo mi maestría y no mi licenciatura –como es el caso de muchos compañeros o camaradas- ¿no tengo derecho a investigar? Si no tengo el título y no pertenezco al colegio y me da la gana de hacer un libro sobre historia ¿no podré ingresar a ningún archivo puesto que no soy miembro del Colegio?, ¿el tribunal inquisidor arequipeño me va a castigar? Y si me castiga ¿cómo lo haría? ¿multándome?, ¿negándome el derecho a leer?, ¿impidiéndome que publique lo que se me de la gana?, ¿cortándome las manos para no poder escribir lo que me da la gana?
El párrafo citado se refiere a la nomenclatura del historiador-investigador. Yo digo, qué pasa con el historiador-profesor, con el historiador-bibliotecario, con el historiador-archivero, con el historiador-asesor, ¿tampoco tienen derecho de ser miembros del Colegio? Y si tuvieran la dicha de acceder ¿cómo los va a proteger el Colegio?, ¿qué beneficios les traerá?, ¿bajo que régimen legal estaremos?
Todo este discurso nació sólo de ese párrafo. ¡Imagínense la cantidad de errores que hay en el proyecto! Creo que hay otras vías para ayudar al desempeño profesional -más que al manoseado estudio de la historia- de los historiadores que salen de las universidades. Como lo señalé anteriormente, hay historiadores que trabajan como profesores en colegios, en academias y en universidades; hay historiadores –como es mi caso- que trabajan en archivos, bibliotecas, videotecas, etc.; hay historiadores que son asesores de ministerios; historiadores que trabajan en ONG’s, etc. Creo que la ley no contempla todas las ramas en las que los colegas pueden trabajar.Miguel Vargas Valladares
UNMSM